El autor comienza la obra contando los motivos que pueda tener un alguien para llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza.
Al situar la acción dentro de una sola categorización, manifiesta que pueden existir diferentes y diversos estilos de llanto, pero él se ceñirá a solo uno, el menos escandaloso.
La recepción del texto, del escrito en sí, está manifestado en la interpretación última que el lector pueda obtener y crear a partir de la lectura. Finalmente es el lector quien tendrá la capacidad de definir si las instrucciones para llorar son o no significantes, su percepción, el desglose de las ideas, el empleo de cada palabra y su nexo con la otra. Toda idea, instante y manifestación está en manos del autor.
Por Giuliana Belen Gonzalez